Las campañas electorales que hoy comienzan de manera formal vienen precedidas por datos desalentadores: durante cinco años la institucionalidad política del país se ha visto sometida a un desgaste severo por efecto de la inexperiencia, la frivolidad, la insensibilidad y la falta de civismo del grupo gobernante; en ese mismo periodo los procedimientos democráticos, cuando los ha habido, no se han traducido en respuestas a los graves problemas sociales del país, los cuales permanecen irresueltos, si no agravados; la ciudadanía ha asistido a la incursión descarada de intereses financieros en el ámbito político; los partidos han hecho gala de torpeza, falta de principios y deterioro generalizado de su vida interna; la mayoría de los medios, por su parte, han contribuido a propiciar, en función de intereses comerciales o de alianzas inconfesables con sectores de la clase política, la banalización de la vida republicana.La Jornada
¿Qué pretendían los partidos al convocar a conferencias de prensa al primer minuto después del fin de la tregua?
¿Pensarían acaso que la ciudadanía está tan ávida de escuchar mentiras y tonterías como ellos de pronunciarlas?