Lo que deberían ser las precampañas
Una vez superado (que no resuelto) el larguísimo conflicto del proceso de desafuero al jefe de Gobierno del Distrito Federal, la atención comienza a centrarse en los pasos a seguir por cada uno de los principales partidos políticos, para que conforme a sus leyes y procedimientos internos, logren postular a sus respectivos aspirantes a la Presidencia de la República. Así, la intensidad del debate habrá de incrementarse en proporción directa a la manera en que se aborden agendas, equipos, temas y prestigios. De mantenerse la tendencia en cuanto a la calidad del debate, no son buenas las expectativas respecto de un escenario dominado por las propuestas y la viabilidad de las mismas. Parece que nos aproximamos a una etapa de muchos ataques y descalificaciones, y pocos argumentos.
Javier Oliva Posada, en un artículo en La Jornada hace un análisis de lo que está por venir en asuntos de precampañas.
Su análisis es interesante porque remite a lo que debería ser fundamental, imprescindible, el eje de las contiendas políticas: el debate de ideas. Oliva Posada explica muy bien que los partidos primero debe superar las crisis internas, las divergencias al interior, lograr la unidad del partido para ir a la batalla sin fisuras.
Y en segundo término, pero no menos importante, que resistan, partidos y precandidatos, la tentación a denostar, ofender, difamar, cubrir de caca, al adversario.
Hablamos, claro, del ideal. Lo que de verdad vendrá será un infierno de ofensas y golpes bajos que dejará a las ideas espantadas y muy lejos del debate nacional. La democracia arrinconada por quienes deberían defenderla, promoverla, mantenerla viva.
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